‘A huevo, de aquí soy.’

Fernando, 21 | Chicago, IL




Nos topamos con Fernando caminando por las calles atestadas de Chinatown. Dentro del mar de dialectos Chinos, Alan reconoció su acento Mexicano y empezaron a platicar mientras que Fernando vendía fruta. “Cumplí 18, salí de mi casa en Jalisco, y me vine por acá a rentar un cuarto de $300, a hacerme de comer, a lavar ropa, empezar mi negocio 100% todo yo solo. Estuvo bien cabrón güey, de un día tenerlo todo al día siguiente depender de tí.”

Aunque su negocio principal es vender fruta, Fernando hace un poco de todo. “Me gusta mucho el negocio, de todos lados hay dinero: Compro carros en la subasta y los revendo, quito nieve en los inviernos, estudio las tardes para mi GED porque quiero sacar mi licencia de agente de bienes raíces. Mi sueño es tener un dispensario de marihuana. En mi departamento, tengo un invernadero chiquito y me gusta experimentar. Me meto a YouTube y hasta dos o tres horas me quedo clavado de como germinar semillas, a como hacer que crezcan más rápido. De nada, vas aprendiendo tú solo.”

Nota: Esta entrevista se realizó en Español.

____


No pude vender fruta durante la pandemia. Estaba solo en mi departamento como deprimido, ¿me entiendes? Me acostaba en mi cama y pues no podía... no podía... no podía. Me levantaba y en vez de tomarme una coca o un agua, me tomaba una cerveza. Güey, no puedo ver Netflix por 15 horas y estar acostado. Yo no, no puedo. Me pica la cama. Fue por lo que quería un perrito. De hecho, todo ese negocio empezó de eso; porque quería un perrito.

Era un chingo bañarlos. Porque era de que, ok, estoy bañando uno y están otros dos güeyes haciendo un cagadero no sabes en donde en el departamento. El olor fue la parte más difícil. Lo podría escuchar llorando al perro sin ningún problema, pero el olor es otra cosa. Y yo vivo en un estudio. Es una chingadera de cuarto. Entonces tener nueve perros ahí era desagradable. A mi me gustan mucho los tenis y un perro me desbarató unos Nike. Dije no chingues – Había pagado como $220 por esos Nike. Tenían una jaula especial para que la caca cayera abajo; sin eso se la comen. Son bien delicados. Con los primeros cinco tuve problemas porque uno se murió y otro lo tuve que llevar al hospital.

Los Bulldog Frenchies estaban bien caros este año y dije no voy a pagar tres mil dólares por un perro ahorita, la verdad no. Entonces empecé a buscarlos en México y costaban como mil dólares. Y digo, si allá cuestan mil dólares y acá tres mil dólares, aquí hay negocio. Entonces fui una vez por mes hasta Jalisco manejando 32 horas, compraba una camada completa, y me los traje a Chicago en una camioneta para revenderlos. Gané como veinte mil dólares ahí con esos perros, así buscándole. Mis papás están orgullosos y me dá gusto. De hecho, mi papá hasta se metió en un grupo de perros y ahora vendemos juntos.



El Bulldog Frenchie de Fernando.


Creo que soy uno de los únicos mexicanos que vende fruta en Chinatown, pero de hecho, primero empecé a vender en la área de Mexicanos. La gente allá se pone muy envidiosa. Un día, unos dueños de un supermercado vinieron con bates de béisbol y me rociaron toda mi camioneta con gasolina, toda la fruta, todo, todo. Me dijeron “Güey, si no te vas de aquí en diez minutos te vamos a prender la camioneta.” Por suerte había una pareja comprándome y al tipo le rociaron su bolsa de gasolina. Y gracias a él… él hizo un pedototote. Le habló a la policía y como a los dos minutos tenía como unas 40 patrullas rodeando. Uno de los policías me dijo, “¿Tú sabes cuánto vale tu vida aquí? Si ellos quieren van con alguien, le dan 50 dólares, y mañana vienen y te dan un plumazo. Mejor buscate otra área.” Por eso me mudé aquí, a Chinatown.

Mia y Li trabajan conmigo y me ayudan mucho. Las dos son Chinas y me hablan mucho en Chino. Cuando hacen eso, no sé que responderles. [Se ríe.] Entonces les empiezo a hablar en español. Como que, si tú no me hablas en un idioma que yo no conozco, yo también te voy a hablar en un idioma que no conoces. Me dicen Michael porque no saben pronunciar Fernando. [Se ríe.] Y yo me peleaba con ella al principio. Les decía, “Es que no me llamo Michael, me llamo Fernando.” Y me decían “No, Fernando no good. Michael good.” Y ahora llegan muchos clientes que me dicen “Hey Michael!” Y yo pues ¿qué más les hago? Les digo dime como me quieran decir.  




Fernando le muestra a Li como decir “cafecito.”


El año pasado no pude vender nada aquí por lo de COVID. Normalmente, me levanto todos los días a las tres de la mañana para surtir en las bodegas y me quedo trabajando todo el día. Pero sin esto, me desate feo, feo, feo. Quería tratar de hacer otras cosas para que pasara el tiempo.

Me tomaba una botella diaria a la hora que sea. De tequila, de vodka, o una docena de cervezas por mínimo. Ya me sentía hasta diferente, me sentía más viejo, más acabado. Hasta este año seguía. Y te digo, en México pues le hablo a un primo, un tío, o un amigo si me siento solo. Allí tengo a mis amigos de toda mi vida. Esos güeyes los conozco desde la primaria. Y acá no. Yo no fui a la escuela aquí. No tengo el apoyo de mi familia acá. Entonces dices¿a quién conoces? Dime aquí, ¿qué amigos puedo tener? Acá sólo conozco como diez personas realmente, y es pura gente mayor de 40, 50, 60 años, gente como Mia y Li.

Llegué a querer regresar a México por el aislamiento. Pero México es muy, muy diferente. Allá ganas 1500 pesos por semana. Son 75 dólares a la semana perreándole feo, sin ser profesionista o tener tu negocio. Y acá ya tengo todo lo de la fruta, gano mucho más dinero. Por estar acá me iba bien y decía, ok, todo en exceso, todo en exceso, el alcohol en exceso, mariguana en exceso, coca en exceso. ¿Te imaginas como me puse? Estuvo feo, feo, feo.

Me quede pisteando, más que nada porque me quedé a vivir en Estados Unidos. Nadie te ve aquí, nadie te dice nada. No hay nadie que te diga, “Güey la estás cagando.” Cuando visité a mi familia en México, mi mamá me llegó a amenazar con lo de rehab. A mi papá también le gusta pistear y nos decía, “Si ustedes no se calman, a los dos los vamos a tener en el mismo cuarto del anexo (rehab).” Pero yo namas me regresaba a Estados Unidos y ya no me decían nada ya que seguía con mi vida alcohólica. No podían ver realmente lo que yo era.

En diciembre caí en mis vicios más fuertes. Me pasé en una fiestotota de todo tipo de sustancias y casi fuí al hospital. Duré dos días en cama. No me podía mover. Los pulmones no los sentía del dolor. Desde ese día ya no volví. Ya soy otra persona.

Desde el primero de Abril, dejé dos cervezas en mi refri con todo lo demás lleno de agua. En la noche me daba ansiedad por tomar. Me paraba y veía las dos cervezas rodeada de agua y me acordaba, “Güey, no estés tomando. No estés tomando.” Fue mi técnica real para dejar de tomar. Sin eso, me levanto en la madrugada y la destapo inconscientemente y me la tomo. Sentí que me martirizaba más al ver las dos cervezas ahí pero.. aaaah, hay que agarrarse.

Supuestamente no iba a poder vender fruta en 2021, pero aquí estoy. Me urgía volver a vender. Empecé el primero de marzo porque ya estaba más bonito el clima. Estaba hasta nervioso ese primer día porque tenía más de un año sin venir. Pensé, ¿qué tal que llegó a Chinatown y estoy completamente solo? Se acabó toda mi fruta en como dos horas. Todo, todo, todo. Fue entonces cuando sabía, a huevo, de aquí soy. 


Fernando vende fruta de su camión en Chinatown.




Chicago, Illinois
Interview Date: May 11, 2021